Consuelo Hermosilla, directora y fundadora de Fundación Antonia
Hace 30 años, mismo año que nació mi hija Antonia Isadora Garros Hermosilla, ocurrió un hito histórico en la lucha contra la violencia hacia las mujeres en América Latina y el Caribe. Conocida como la Convención de Belém do Pará, este documento comprometió a los estados firmantes, entre ellos Chile, a adoptar medidas concretas para erradicar la violencia de género.
Lamentablemente, hace 7 años y cuatro meses mi hija, Antonia, murió en el contexto de violencia en el pololeo. Tenía 23 años y durante los últimos dos sufrió violencia física, psicológica y emocional en su relación de pareja, violencia que poco a poco fue mermando su autoestima y apagando su luz. Hoy se consideraría un suicido femicida, su caso, como el de muchas otras, ejemplifica algo que hace más de 30 años no estamos detectando ni deteniendo a tiempo. La violencia psicológica.
Este, fue uno de los puntos claves que comenté en la reunión previa a la IX Conferencia de Estados Parte del Mecanismo de Seguimiento de la Convención Belém Do Pará en Chile, de la cual fuimos parte de la delegación nacional de organizaciones de la sociedad civil.
Este espacio de discusión y diálogo sobre las diferentes realidades de las mujeres y niñas, en conjunto con la búsqueda de medidas y estrategias de erradicación de la violencia de género, me llevó a una reflexión crucial: No existe violencia alguna que no tenga como base la violencia psicológica, que aunque “no deja” marcas visibles, deja secuelas irreparables.
Así lo confirman los resultados de la primera Encuesta Regional #TUVOZIMPORTA, en donde la violencia psicológica es el tipo de violencia de género que más prevalece contra las mujeres en la Región del Biobío. Una realidad regional que no se aleja de lo que ocurre a nivel nacional, según esta encuesta – que respondieron 5.528 mujeres de la región – en promedio 7 de cada 10 mujeres identificaron que han vivido alguna situación relacionada con este tipo de violencia.
¿Cómo manejamos esto?
Recientemente se publicó la Ley integral contra la violencia hacia las mujeres, lo que representa un avance realmente importante en esta materia, pues visibiliza y reconoce distintos tipos de violencia, entre ellas la psicológica. Pero ¿basta con que se promulguen leyes? La respuesta claramente es no.
Para que las normativas funcionen es fundamental que como sociedad reconozcamos las distintas formas de violencia, por más invisibles que parezcan, y que eduquemos a la población sobre su existencia y gravedad. Es imposible transformar una sociedad que naturaliza actos de violencia de pareja, sin trabajar en la educación y sensibilización de la temática, por sobre todo en infancias y juventudes.
De esto nos hacemos cargo las organizaciones de la sociedad civil, muchas con las cuales compartí en la conferencia y que trabajan arduamente por la transformación de nuestra sociedad. Sin ir más lejos, como fundación hemos capacitado a más de seis mil personas para identificar las señales de alerta en una relación abusiva, a través de la iniciativa el Abuso No es Amor de YSL Beauty.
La violencia contra la mujer y en vínculos sexo afectivos en general, debe ser un tema que se trate de manera prioritaria por todos los sectores de la sociedad. Necesitamos mejorar los mecanismos de educación, denuncia y protección, asegurando que todas las mujeres tengan acceso a la justicia y a los servicios de apoyo que necesitan. Es urgente educar para evitar que se repliquen patrones de violencia, porque una vida libre de violencia no es un privilegio, es un derecho.