Lo primero que imaginamos a la hora de pensar en un abuso, es una mujer siendo atacada por un desconocido mientras camina sola por una calle oscura.
No podemos negar que esto sí sucede. Sin embargo, está demostrado que es más común que un abuso ocurra directamente por una persona conocida de la víctima, como por ejemplo, un amigo, vecino, compañero de trabajo o escuela, familiares e incluso parejas.
Es por esta cercanía, que resulta mucho más complejo para el entorno entender los contextos en que se producen estos actos y además, reconocerlo como tal por parte de las v´íctimas.
Una de las razones a las cuales se puede deber esto, es que algunos no consideran tales hechos como un abuso o violación, principalmente porque no existen lesiones físicas evidentes o la relación con el agresor no parece ser violenta.
Es por eso que, aquí te mostramos algunos ejemplos de estas situaciones:
1.Paralizarse frente a un abuso: no ser capaz de decir que no
Muchos creen que la única reacción ante un abuso o violación es la lucha o huida de la víctima. A pesar de esto, paralizarse o quedarse pasmada también es una actitud bastante común.
Paralizarse es una respuesta común a una amenaza que presenciamos o vivimos. La parálisis es breve y ocurre en situaciones de estrés o pánico, tiene que ver con la capacidad que tenemos de analizar las situaciones. Generalmente, los agresores son personas que la víctima conoce y ese mismo hecho contribuye a la reacción de shock.
Además, esto también funciona como método de defensa, pues la mente de la víctima prefiere “bloquearse”. Dicho en otras palabras: si no puedes escapar físicamente, puedes hacerlo mentalmente. Ese escape mental te puede proteger del dolor que experimentas en esa situación.
2.Estar dormida no es consentimiento
Esta situación es más común de lo que se cree, puesto que muchas veces cuando se está en pareja estas conductas se normalizan. Mientras se duerme, la víctima no está consciente, por lo tanto, no hay un consentimiento de por medio.
Es común que las víctimas de estos abusos al estar despertando reaccionen quedando paralizadas sin saber qué hacer. Muchas se dejan porque tienen sentimiento de tener que cumplir o porque el agresor es su pareja, entonces normalizan estos actos.
Estos casos son difíciles de denunciar, por la relación cercana al agresor. Muchas veces la falta de evidencia y la vergüenza de la víctima también influye.
3.Quitarse el preservativo es decisión de a dos
Algunos aún no consideran que esta práctica sea un acto de violencia sexual. Lo cierto es que, quitarse un condón en medio de una relación sexual sin que la pareja lo acepte, es abuso. Los expone a ambos a consecuencias como: embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y para la víctima, una falta grave a su confianza.
Este acto, denominado popularmente como stealthing, es considerado por las víctimas como una grave violación de su dignidad y la autonomía. Sacarse el condón puede entenderse como una transformación del sexo consensual en sexo no consensual.
El daño a las víctimas tiene que ver principalmente con la ruptura de la confianza, la traición, el ser utilizadas y despojadas de su voluntad.
4.Chantaje emocional: el sexo por obligación no es consentido
A través de chantajes emocionales y manipulaciones como: “¿Acaso ya no me quieres?”, “demuéstrame que me quieres”, terminan accediendo a tener sexo, a pesar de decir al principio que no quieren, con el fin de no crear un conflicto.
El hecho de que sea tu pareja no lo hace menos grave. Si esto se repite en el tiempo, se normaliza una acción que es sumamente perjudicial para tu salud mental. Es abuso.
Para evitar este tipo de situaciones de violencia sexual y psicológica, hay que entender que aunque sean pareja y se deseen, no es una obligación. En este sentido, la comunicación es fundamental.
5.Efectos estupefacientes: la inconsciencia no es consentimiento
Lo dice la OMS: “También puede haber violencia sexual si la persona no está en condiciones de dar su consentimiento. Por ejemplo, cuando está ebria, bajo los efectos de un estupefaciente, dormida o mentalmente incapacitada”.
Eso debería bastar, sin embargo, esta es una de las excusas más recurrentes de los agresores para desacreditar a la víctima, argumentando que sí tuvieron consentimiento, pero estas no lo recuerdan por los efectos del alcohol. Un clásico de clásicos.
Muchas personas dejan la responsabilidad de la violación sobre la mujer, no del agresor, dándole más importancia a su ebriedad que al hecho en sí mismo. Y es que socialmente sigue siendo condenable cuando una mujer bebe en exceso (no así un hombre). De hecho, hay quienes continúan acusando falta de cuidado o provocación a mujeres que han sido víctimas de abuso en un contexto como este.
6.Las mujeres no piden ser violentada sexualmente
Independiente de su estado, que ella esté incapacitada para negarse, no quiere decir que consienta una relación sexual.
No olvidemos que, de acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS) la violencia sexual implica todo acto, tentativa, comentarios o insinuaciones de carácter sexual ejercidos sin el consentimiento de la otra persona.
En este concepto también se incluyen aquellas acciones enmarcadas en la utilización de la sexualidad de una persona mediante la presión de otra, independientemente de la relación del agresor con la víctima.
Respecto a la presión, puede estar determinada por el uso de la fuerza, intimidación psicológica, extorsión, amenazas, daño físico, no obtener un trabajo, daño económico, una calificación, etc. En la misma línea, el Centro Nacional de Recursos sobre la Violencia Sexual (NSVR), indica que el consentimiento de una víctima puede estar ausente ya sea por miedo, edad, algunaenfermedad que la incapacite mentalmente, influencia del alcohol u otros estupefacientes, o incluso por estar dormida.